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Los calendarios muestran que andamos en el año 2011… Siglo XXI escuchamos por ahí… El tiempo es implacable y no se detiene… Y entre tantas, tantísimas evocaciones, en mi reminiscencia brilla una en especial. Se las confío: en aquellos lejanos días, cuando de niño soñaba en el pupitre, con ojos despiertos y dormidos, que en esta época que hoy nos toca vivir, andaríamos en astronaves rumbo a otros planetas… Que nos haríamos amigos de seres de distintas galaxias… Y sobre todo que viviríamos en un mundo donde la paz reinara... Aquella quimera, terminaba justo cuando escuchaba el espeluznante grito de la profesora que me despertaba para que prestara un poco de atención a la clase.

Este blog lo dedico a todas aquellas personas que tratan de convertir este mundo en un lugar mejor para vivir.


sábado, 28 de mayo de 2011

Más historias para contar...

“Los estilos de aprendizaje de los niños muestran proclividades e inteligencias específicas. Sin embargo, tengan en cuenta que la mayoría de los alumnos tienen fortalezas en varias áreas, por lo cual hay que evitar encasillar a un niño en una inteligencia.”

Gardner, H.


 
     La civilización occidental, desde hace dos mil años, ha elaborado una concepción vinculada con el aprecio del conocimiento, que es difícil hoy en día de reestructurar. Cuando en las escuelas se analizan las posibilidades cognitivas del niño, haciendo pruebas de reconocimiento intelectual en cada una de las áreas curriculares, se apela a la idea de inteligencia como única y convergente. Este modo de entender la inteligencia lleva, a menudo, a hablar de los alumnos como “el inteligente”, “el brillante”, “el despierto”, “el que no sabe”, rotulando de esta forma al alumno para toda su escolaridad.

     Tengamos en cuenta que es necesario revertir lo que desde hace mucho tiempo viene sucediendo, una escuela preocupada por la instrucción, en lugar de una escuela preocupada por la capacidad de pensar de sus alumnos, considerando en todo momento que no aprendemos de la misma manera.

     Por otra parte, es fundamental dejar de exigirles a los niños pensamientos absolutamente desvinculados de sus propósitos e intenciones humanas. Recordemos en este punto el precepto de Vygotski acerca de las funciones psicológicas superiores tienen  un origen interpersonal; por lo tanto, si las actividades que les ofrecemos a nuestros alumnos son absolutamente ajenas a su condición humana, a sus necesidades, a sus prioridades y a sus gustos, posiblemente nunca lograremos una actitud intencional relacionada con el aprender.

     Vale la pena repensar el papel de la escuela, ya que cuando hablamos de potencialidad, estamos diciendo que en la escuela, el niño puede desarrollar habilidades que aún no han salido a la luz.

Registro fotográfico:



Compartiendo gratamente durante el desayuno.





Con actividades significativas... No hay lugar para el aburrimiento.



Resaltando la personalidad...



Cada uno con su propia historia que contar...


Cada uno con capacidades diferentes.

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